domingo, abril 22, 2007

EL CAZADOR Y LA PRESA


Imagen: Ulrich Mühe en su papel como el Sargento Gerd Wiesler, en la película "Das Leben der Anderen" Tomada de una página de la Deutsche Welle

I - CONTROL
Se nos dice que estamos en peligro, que necesitamos instituciones que administren la violencia para protegernos. Bajo una amenaza constante, nuestro comportamiento se acerca más al de un cardumen de peces. Hay la ilusión del control, y la ilusión de que ese control es necesario para que la sociedad funcione y ponga a nuestro alcance lo que necesitamos. Un régimen político autoritario no puede existir sin un Enemigo omnipresente y temido.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética implantó en Alemania Oriental un régimen socialista que, por haber sido impuesto desde afuera, y por estar tan ligado al mundo capitalista de la otra Alemania, era especialmente sensible a la amenaza subversiva. La temida Stasi, la Policía Secreta, mantenía una vigilancia estricta de la población amedrentada. Enormes archivos contenían grandes cantidades de información sobre la vida diaria de miles de ciudadanos, y servían como criterio para que los funcionarios decidieran quién era peligroso para el Socialismo y tenía que ser neutralizado. Una declaración políticamente incorrecta hecha en la privacidad del hogar podía ser causa de un arresto al día siguiente, y el encierro por años o la desaparición.

En la película "das Leben der Anderen", dirigida por Florian Henckel von Donnersmarck se muestra parte del funcionamiento de este sistema represivo. Un sistema orientado a eliminar la diversidad de comportamientos y opiniones, en pro de la ilusión del control, que a su vez se erige en contra de la ilusión de un Enemigo.

La película nos muestra una Berlín vacía, gris y deprimente, poblada por personas de caras largas y gestos nerviosos. Una ciudad aparentemente ahogada por el control. En medio de esta ciudad, sin embargo, muestra un oasis de humanidad en la precaria comunidad artística, una comunidad que es tolerada para evitar que se haga evidente la miseria de la vida bajo control, pero que es al mismo tiempo vigilada de cerca y temida por el régimen, que se sabe descubierto en su impostura por estos artistas, todos (en la película) socialistas convencidos, pero no por eso menos suceptibles de ser perseguidos por el gobierno.

Pero el control es sólo una ilusión, una fachada.

II - CORRUPCIÓN

Lo primero que desbarata el control y el orden es el hecho de que el poder genere corrupción. La manera precisa y clara como está planeado el funcionamiento del estado se corrompe porque el poder les permite a los funcionarios desvirtuar sus conceptos y procedimientos, y convertirlos en fachada de otra cosa, de una depredación de sus semejantes.

El inmenso aparato de seguridad estatal creado para preservar al socialismo de sus enemigos, principalmente extranjeros, termina siendo utilizado por funcionarios del gobierno para conseguir los favores sexuales de una mujer, o para truncar la carrera de un funcionario en favor de otro.

Sin embargo, hay personas que se convencen de la doctrina oficial, personas que consideran que vale la pena dedicar su vida y su esfuerzo a mantener el control, como el sargento Wiesler, y lo hacen por convicción y no por unos intereses escondidos. Él es un hombre con una gran suspicacia y capacidad para observar a la gente, cuyo desempeño ha sido muy útil para el gobierno. Su convicción de que lo que hace es necesario, junto con el placer de desempeñar un trabajo para el que se sabe muy bueno, bastan para que ignore las siempre presentes pruebas de que todo es una fachada.

Wiesler desaprueba las muestras de crueldad y corrupción que ve en sus colegas, pero considera, aparentemente, que son "casos aislados" y que son preferibles a la vulnerabilidad ante el enemigo que implicaría exponerlas. ¿suena familiar? Si es cierto que la mayor parte de la gente es honrada, este razonamiento tiene que estar muy extendido en paises como Colombia.

III - EMPATÍA

Hay un segundo factor que destruye el control, y es que está basado en suposiciones fundamentales erróneas. No siempre se puede modelar de esa manera el comportamiento de los humanos, y menos si el modelo es incoherente. Todos hemos presenciado casos de adoctrinamiento, y vemos también la habilidad de los medios masivos para estupidizar a la gente. Pero nada de eso es infalible.

Wiesler, habíamos dicho, tiene una gran capacidad de observar y entender a la gente. Eso lo hace un buen policía, y una ficha clave para la represión del gobierno, pero llega a volverlo también un elemento que falla.

"¿Puede alguien que haya oído esto, es decir, haberlo realmente escuchado, no ser un buen hombre?" le dice el escritor de teatro Georg Dreymann (Sebastian Koch), a su hermosa novia la actriz Christa Maria Sieland (Martina Gedeck). La pieza que había interpretado en el piano, era la "sonata para un hombre bueno" cuya partitura le regaló su amigo el director de teatro caído en desgracia Albert Jerzka antes de suicidarse. No tenía idea de que Wiesler realmente la había escuchado a través de los micrófonos que habían plantado en la casa del escritor, y había sido conmovido profundamente por la sonata. Igual que, tal vez, lo fue por un libro de Brecht que sustrajo de la casa del escritor.

La misma capacidad de entender a la gente que le permitía ser un interrogador muy efectivo y un policía implacable, se volvió contra el sargento Wiesler, y demolió las fronteras ilusorias que formaban su idea de quién era él mismo, quién era Dreymann, y demolió también esa ficción de autoridad moral y falsos valores que le permitía hacer su infame trabajo.

La película es al mismo tiempo de una simplicidad que recuerda las buenas obras de teatro completamente libres de elementos innecesarios, y una historia de gran profundidad contada de una manera brillante.

Aparte de la gran impresión estética que me ha dado esta película de factura impecable, me ha dejado pensando mucho en varias cosas, qué, para no ponerlas en forma de odiosas moralejas, voy a poner como preguntas:

¿No es la ficción del Enemigo, de ese otro distinto que me amenaza, una impronta del fraude asesino de los regímenes autoritarios? Veo mucha relación con este tema en esa paranoia de los gringos con los asesinos en serie, con los terroristas, etcétera, y de la polarización de los colombianos entre los "paracos con motosierra" y los "guerrilleros disfrazados".

¿Hasta qué punto la voluntad colectiva puede anular la capacidad de juicio de una persona? ¿Cuán fácil es que uno termine creyendo en cosas obviamente falsas si la mentira es algo tan generalizado que se considera sentido común?

¿por qué la experiencia estética tiene esa capacidad de remover los cimientos de las creencias propias, sin necesidad de una argumentación? Para mi es cada vez mas claro que la argumentación lógica y rigurosa es casi inexistente en el terreno ideológico, y aún en el político, aunque una de esas mentiras colectivas que uno se traga, es que las discusiones políticas tienen ese carácter dialéctico. Experiencias que no podemos explicar con palabras parecen ser la base de muchas de nuestras creencias, y experiencias iguales pueden también desmantelar esa base misteriosa.


¿No es la "conversión de Wiesler en un hombre bueno" un ejemplo de superación del ego separado, un encuentro de la comunión con otros? El descubrimiento de Wiesler de que él no es lo que creía, y que la gente como Dreymann tampoco lo és, y ese descubrimiento tiene consecuencias morales muy vastas y profundas.

28 comentarios:

Frau Rodriguez dijo...

A mí La vida de los otros también me gustó mucho. No sé si tengas que revisar el link de la foto que pusiste, porque yo lo que vi fue un payaso y al principio no me quedó claro si el comentario era favorable a la peli o no. Si bien es cierto que el actor es tan bueno que cuando lo ves dando entrevistas cuesta reconocerlo en su papel de esta película, la diferencia no es tanta... :-D

Ah, se me olvidaba: cerdo machista chauvinista.

Saludos.

Lanark dijo...

Marcelius: jajaja ¡un payaso! Cuando recién escribí la entrada, puse una imagen que me dio problemas con la dirección, probablmente ahí haya sido que viste el payaso, aunque yo no vi ninguno.

Y si, en otras fotos del señor Mühe se ve completamente distinto, más joven y mucho más contento. Como que es un monstruo de actor, ese man.

En el papel del sargento Wiesler (¿es eso Hauptman, o es "mayor"?) Mühe se parece un poco a mi tío Jaime. (no es Jaime Ruiz, aclaro de una vez) Supongo que mis familiares ya lo notarán.

jejeje y que no se diga que hay justicia. Saludos, también.

Anónimo dijo...

La vida de los otros es la primera película que iré a ver en cuanto regrese a Madrid. Me la han recomendado personas que me conocen casi mejor que yo mismo. Barrunto algo grande.

Dejo mi comentario para entonces...

Andrés David dijo...

Wiesler sustrayendo el libro trajo a mi memoria a Guy Montag salvando de las llamas otros libros en Farenheit 451. También su cambio fue motivado por la empatía y la motivación implica emoción.

Tal vez allí esté la respuesta/comentario a tu moraleja/pregunta sobre la experiencia estética: está construida para que nos afecte emocionalmente y a partir de esa intromisión podemos generar pensamientos que rompen con el esquema anterior porque para ello se necesita involucrarse completamente (lo que implica emoción).

Esto lo conecto con la última moraleja/pregunta: sólo desde la emoción se establece el primer puente hacia el otro, el descubrimiento de que hay un otro y que ese otro también somos nosotros.

Kyboy dijo...

En su forma y su fondo la película fue un deleite.
Parece que los alemanes son capaces de las peores cosas pero también de las mejores. Es impresionante la capacidad de odio, pero también de perdón , reconciliación y olvido de ese pueblo. Aunque es un poco difícil imaginarse una situación en Alemania y mucho más en Colombia, donde alguien se encuentre con el violador de su esposa y le hable calmadamente y sin exigir justicia. Es tal vez el reconocimiento de que todos, de alguna manera, somos victimas de las circunstancias. Como dice Serner “ Estrictamente hablando, no hay ni amos ni lacayos. Todos somos esclavos de nuestras capacidades y nuestros temperamentos…”

Lanark dijo...

Stavrogin: No había mencionado hasta este post tu texto sobre la masacre de Virginia Tech; como ves, eso influyó poderosamente en mi apreciación de la película.

De modo que muchas gracias.

Andrés David: Creo que entendiste mi argumento mejor que yo mismo. Pienso que la película es un ejemplo excepcional de la superación del ego, o al menos de uno de los aspectos de ese salto. Mil gracias también por tu visita y comentario agudo.

Kyboy: Mirando por ahí reseñas, veo que el único reclamo que atinan a hacerle a esta película está en esa especie de altura moral de los personajes, que les parece que llega a ser poco creíble. Pero para mi está bien; ver cosas como el encuentro del escritor con el violador y asesino indirecto de su esposa, nos hace mucho bien. Mientras no seamos capaces de hacer buen uso de nuestros pinches tiranos, eso tendrá que ser suficiente.

Anónimo dijo...

Me parece increíble la facilidad con la que se ha extendido ese sentimiento de paranoia tan americano, dando lugar a un nuevo orden social en el que, como bien supo intuir Beck, las relaciones de clase caerían por su propio peso: ante la riqueza todos somos desiguales, pero ante el riesgo todos somos lo mismo.

Lo irónico es que muchas sociedades europeas tienen unos niveles de seguridad elevadísimos. Quizás no tanto como hace treinta años, pero sin duda vivimos en algunas de las sociedades más seguras que hayan existido nunca. Y pese a todo, el miedo crece, la paranoia se infla, la incomunicación se extiende y los mecanismos de control siguen aumentando.

La incomunicación y esa sensación de miedo interiorizado quizás constituyan un buen motivo para volver a sacar a Freud del armario.

PD.: Por cierto, muy interesantes las sugerencias estéticas del post y del comentario de Andrés David...

Anónimo dijo...

¿No es la ficción del Enemigo, de ese otro distinto que me amenaza, una impronta del fraude asesino de los regímenes autoritarios?

si. es una forma muy útil de mantener el poder.

¿Hasta qué punto la voluntad colectiva puede anular la capacidad de juicio de una persona?

Hasta el punto donde su formacion familiar lo permita. De ahi que ningun gobierno de soluciones concretas sobre el problema social que significa la destruccion de las familias y la falta de valores. Virginiatech o el diario vivir de las clases pobres son un ejemplo.


¿Cuán fácil es que uno termine creyendo en cosas obviamente falsas si la mentira es algo tan generalizado que se considera sentido común?

Depende del nivel de cultura del individuo. Vuelve y juega lo que dije arriba. A los poderes les conviene la ignorancia. Asi uno come cualquier cuento.


¿por qué la experiencia estética tiene esa capacidad de remover los cimientos de las creencias propias, sin necesidad de una argumentación?

Porque penetra en el alma del ser humano y ahi no hay argumentos.

¿No es la "conversión de Wiesler en un hombre bueno" un ejemplo de superación del ego separado, un encuentro de la comunión con otros?

si lo és y es un ejemplo hermoso que se muestra en una película y que seguramente sucede en la vida real y hace que las cosas aun no estén como en la película de THX 1138. Todos por más adoctrinados que podamos estar tenemos alma y tenemos cierto grado de sensibilidad. Gracias a Dios o a lo que sea.


Que buena publicacion de este blog. Ojala la película llegue aca y los del comité de censura no lo encuentren perjudicial al programa de seguridad democratica.

Una Papita dijo...

Finalmente me la fui a ver. Me encantó, me pareció muy buena.

El temor ilusorio a un otro que nos puede agredir no es sólo de los gobiernos, es del ser humano en general. Es la base del prejuicio, sentimiento que los dirigentes han encontrado muy conveniente. No son ellos los que lo han inventado pero sí que son los que mejor lo han explotado.

No soy muy amiga de tales alturas morales, deshumanizan al personaje, pero sólo podría hacer esta crítica al personaje del escritor, me resulta forzada y poco efectiva. En mi opinión es el personaje más flojo de toda la película. En cambio, ver esa transformación en Wiesler sí que resulta impresionante, no será verdadera pero es verosímil.

Una última frase que decía un conocido mío a quien quise mucho, lo decía con certeza, desesperanza e ironía: "autoridad que no abusa, se desprestigia".

Lanark dijo...

Bochica: Gracias por tus respuestas. Estoy de acuerdo con todas ellas, tal vez con la excepción de que yo no involucraría el alma en la experiencia estética. O tal vez sí, dependiendo de lo que entiendas por ella, pero tengo cierta reticencia a llamarla así.

Angelus: El temor de los demás es una consecuencia inevitable de la separación, de sabernos, o sentirnos, separados y diferentes a los demás. A los demás, y a todo lo demás, es decir, a la naturaleza. Se le teme a todo lo que es distinto, y a veces lo que es distinto no es humano. Es algo que me ha hecho desconfiar del humanismo, que parece establecer una separación entre lo humano y lo no humano que habría que superar. De hecho, supongo que ese miedo que ahora sentimos de nuestros congéneres debe ser heredado del que sentíamos en otros tiempos de nuestros depredadores de otras especies.

Sobre el personaje del escritor, completamente de acuerdo. Claro que uno está tan encandilado con el personaje del policía, que los pecadillos menores como ese, le pasan casi desapercibidos.

Y mil gracias por lo del Hauptmann. Capitán, entonces.

Lanark dijo...

Stavrogin: Si, Houellebecq me había dado la idea de esa paranoia europea en medio de la seguridad. Supongo que una amenaza imaginaria es mucho mejor que una real.

Juliette dijo...

Aparte de la cinta en mi lista para ver en cuanto pueda, me queda la duda de a qué te refieres con que el modelo para (valga la redundancia porque a estas horas de la noche no encuentro mi sistema de sinónimos) modelar el comportamiento de los humanos es incoherente; funciona bastante bien en el grueso de la población.

No es infalible, pero para mi luce bastante coherente en la medida en que sus procesos tienen efectos reales sobre quienes sufren el control y logra los propósitos de quien lo ejerce.

shoegazer dijo...

Finalmente, ayer ví la película, por lo que ya me siento autorizada para comentar.
Me gustó mucho, como película; lo que más me gustó es que no me hizo llorar, y teniendo en cuenta mi vulnerabilidad al melodrama, eso significa que en la película no hay nada de manipulador. Es una película distanciada y medida, mucho más cercana al buen teatro que a Hollywood, austera y utópica como la arquitectura socialista. A mí me gusta la arquitectura socialista, me gusta el Prenzlauer Berg y la Stalinallee, y toda la depravación política que haya detrás de esas obras no impide que me gusten: por austeras y utópicas. Así es esta película y así son sus personajes. Los dramaturgos trabajan sobre personajes, no sobre política, así que me parece que el guión está fundado en la pregunta que se plantea al inicio de la película: ¿la gente puede cambiar? (que es una pregunta política, también: ¿es posible crear el "hombre nuevo"?) Recuerden que el secretario de cultura sostiene, tajantemente, que la gente no cambia, mientras el escritor cree que sí. La pregunta no queda resuelta, porque, al fin y al cabo, no es claro si Wiesler siempre fue o se volvió un "hombre bueno". Pero, ¿qué es un hombre bueno, aparte de sus acciones? Principio básico del guionista: el personaje es lo que hace.

Conectada con esta pregunta (que tiene una función dramatúrgica), la película también parece estar planteando otra (que tiene una función metatextual): ¿Qué puede lograr la experiencia estética? Es decir, ¿sirve para algo el arte? Me parece que el tratamiento de esta pregunta es un poco menos convincente y sin duda más idealista. Pero no creo que la transformación de Wiesler, o de su curso de acción, esté motivada por la Sonata. Los románticos alemanes, en particular los primeros textos de Schlegel, desarrollan una teoría muy interesante de la experiencia estética como reflexión. Reflexión "objetiva" en el sentido en que se da en la obra misma, pero se desenvuelve en el espectador (es un poco enredado pero es bonito). El punto es que yo creo que la experiencia estética no cambia a nadie, como mirarse en un espejo no lo cambia a uno; pero uno sí necesita un espejo para cambiar de peinado. Se puede sostener la teoría romántica de una reflexión objetiva que es, de alguna manera, un fenómeno que lo rebasa a uno y a lo humano. Yo prefiero pensar que el arte es un espacio socialmente consagrado para la reflexión, y que su importancia radica en ese consenso histórico en que ante una obra de arte (algo designado como tal) el modo de recepción adecuado es el de cierto tipo de contemplación. En esa medida, por supuesto, el arte es una versión secular de la religión.

Al escuchar la Sonata, después de un período más o menos prolongado de contacto con el medio artístico (además, tampoco era del todo filisteo para empezar), Wiesler está en el "mood" o actitud receptiva apropiada para que el fenómeno acústico desencadene en él lo que conocemos como "experiencia estética", y que es lo a lo que el escritor se refiere como "realmente escuchar" la pieza. Eso implica un proceso simultáneo de introspección y atención a algo que se percibe como externo. Es una buena arena para intentar una comparación entre la idea que el sujeto tiene de sí mismo y la representación de lo demás y los demás. Creo que en ese momento Wiesler se da cuenta de lo que ya ha estado ocurriendo en su cerebro desde hace días: un debilitamiento de la autoestima al entrar en contacto con un grupo social que él empieza a percibir como éticamente superior a él. El dolor de la experiencia estética radica en la imaginación de lo que éticamente se podría ser, y el placer radica en la constatación de que se es lo suficientemente "bueno" como para darse cuenta de las propias falencias. Me parece que la experiencia estética es egocéntrica y autocomplaciente, por lo que es difícil que sea una instancia de superación del ego, excepto si se entiende la reflexión en el sentido romántico de que es un proceso exterior a la conciencia. Sin embargo, eso no quiere decir que sea inválida, porque, como digo, los espejos son útiles y necesarios.

Por cierto, no estoy convencida de que la experiencia estética no sea, a su manera, una argumentación.

Finalmente, en torno al tema del "perdón y olvido"... me pareció impresionante que los alemanes tengan acceso total a los archivos de la Stasi. La información libre es una herramienta política fundamental de control ciudadano sobre los gobiernos, esto es, una salvaguarda de la democracia auténtica.

Lanark dijo...

Montserrat: La incoherencia del modelo de ciudadano a la que me refiero radica en que la ideología es una fachada de algo más. La Stasi dedicaba buena parte de sus esfuerzos a defender los intereses particulares de personas poderosas como el ministro, en claro detrimento de los intereses del pais. El ciudadano socialista perfecto no era entonces realmente el socialista convencido que quería hacer que el socialismo funcione según sus bases ideológicas, sino el que estaba suficientemente asustado para dejar actuar a sus líderes en contra de los intereses del pais. Pero el ciudadano suficientemente asustado o desmoralizado frecuentemente terminaba suicidándose, y eso tampoco servía.

Shoegazer: Mil gracias por tu comentario tan detallado, creo que incluso está más jugoso que mi texto.

Con el primer párrafo no puedo más que concordar, tanto en las cosas que yo noté, como la factura teatral de la película, como en cosas que se me pasaron, como el hecho de que esa pregunta "¿puede un hombre cambiar?" bien puede verse como el eje temático de la película. Incluso, sin estar seguro (por mi ignorancia sobre arquitectura) probablemente también me guste la arquitectura socialista, por austera y utópica. Lo más cercano tal vez sea mi experiencia relativamente reciente en New Lanark, aún siendo una arquitectura socialista bastante diferente.

Sobre el segundo párrafo, ya comienzo a diverger, aunque no tenga ideas idealistas (creo) sobre la estética. Estamos de acuerdo en que el arte brinda un espacio para la reflexión (en todos los sentidos de este término), pero para mi la reflexión, el volverse sobre sí mismo, sí es una actividad que permite salir del ego. Porque el ego no es el "si mismo", sino la fachada que creamos colectivamente. Lo que uno encuentra dentro de sí mismo es más universal que lo que está en la superficie. Tengo la idea de que el cerebro puede proporcionar una buena analogía de la conciencia (no más que eso) con el hecho de que lo más idiosincrático está en la corteza, y si uno se va más adentro encuentra lo que comparte con los primates, después con los mamíferos, después con los vertebrados, etc. Igual nuestra experiencia de todos los días nos muestra una imagen más concreta y diferenciada de nosotros mismos, una reflexión un poco más profunda nos da una perspectiva más abstracta que es en cierto modo más comparable a la de otros, una experiencia de "conciencia expandida" o como se llame, nos puede dar una experiencia de comunidad con la humanidad en general, y técnicas más y más avanzadas de meditación, se supone que nos llevan a experimentar una conciencia cada vez más universal. La experiencia estética no es lo mismo que la meditación, y no creo que por sí sola nos pueda llevar más allá de lo humano, y menos hacia algo absoluto y eterno (lo "sublime"). Pero sí nos permite una reflexión que puede ser definitiva para lograr un punto de vista menos limitado.

También concuerdo en que la experiencia estética es totalmente individual, aunque, por mi concepción de "ego", no la considero egocéntrica. Para mí, algo es egocéntrico cuando se centra en esa construcción de la imagen de sí mismo basada en la diferenciación de los demás.

Sobre la argumentación, creo que ese cuento de las discusiones en foros y blogs me ha llevado a definirla como la presentación completamente verbal y lógica de hechos comprobables y de alguna manera de interpretarlos: algo necesariamente intersubjetivo, como lo que se da en un artículo científico. Pero el carácter individual, personal, de la experiencia estética, la exime de las restricciones formales que implica la comunicación. Por lo tanto, no es algo completamente verbal, aunque de hecho se beneficie mucho de un entrenamiento para percibir basado en la argumentación y la interacción con otros, como por ejemplo leer a los críticos.

Sobre la información, no podría estar más de acuerdo. El hecho de que cualquiera pueda consultar ese archivo es un alarde increíble de libertad. El mundo tiene mucho que aprender de eso.

shoegazer dijo...

Lanark dijo:
"Lo que uno encuentra dentro de sí mismo es más universal que lo que está en la superficie"

Bueno, no sé si "más reptil" sea lo mismo que "más universal". Pero en cualquier caso no creo que la experiencia estética proporcione acceso a capas "más profundas" de la conciencia: para mí la conciencia está en la corteza cerebral, es algo idiosincrático pero colectivo. No colectivo porque sea transpersonal, sino porque está formada por aprendizaje social y sirve para eso, para la interacción. Pero no me voy a meter a discutir teorías de la conciencia, sino de la experiencia estética. Lo que digo es que la experiencia estética sucede en el mismo nivel consciente y social que la experiencia ordinaria. Sencillamente, así como la sociedad ha reglamentado lugares y momentos donde se escucha clase, lugares donde se toma cerveza y lugares donde se hace política, ha reservado un pedazo que llama arte y que dice "póngase en modo reflexivo". Se trata de hacer una pausa - hay muchas otras ocasiones para hacerlo. Pero es una reflexión sobre la misma superficie, un modo de sentir que hemos aprendido (como uno aprende a reconocer emociones). La diferencia es que las emociones suelen tener raíces en el cerebro reptil y la química cerebral, mientras la experiencia estética es casi por completo humana y social.

Ahora, el riesgo es que tal vez estoy confundiendo causas con efectos. El hecho de que la experiencia estética tenga causas puramente convencionales y aprendidas puede o no sugerir que la forma misma de experiencia es colectiva. Sólo podría ofrecer un "punto de vista menos limitado" si una parte de la reflexión se dedicara a captar ese carácter aprendido. Pero la cultura ha sido muy insistente en señalar, como Lanark, "el carácter individual, personal, de la experiencia estética, [que] la exime de las restricciones formales que implica la comunicación". Esa es la manera en que aprendimos la experiencia estética en la sociedad occidental, tal vez como parte del proyecto de construcción del sujeto racional o algo así.

Anónimo dijo...

Se le olvido escribir sobre la peli!!!!

Lanark dijo...

Shoegazer: Lo del cerebro es sólo una analogía, porque la mente, y mucho más la conciencia, están en niveles diferentes de abstracción.

Pero esa estructura con lo más individual afuera y lo más universal adentro parece que se encuentra en varias cosas.

Volviendo a la reflexión sobre estética, sí creo que el nivel de la experiencia estética sí es el mismo nivel individual y social de la experiencia cotidiana, es decir, de coger el bus, de sentarse a trabajar, de comerse una empanada, etc. Lo que digo, es que el volverse sobre si mismo, el observarse a sí mismo, es distinto a observar algo que no es uno mismo. Es tan distinto, que para mi define los límites de lo que puede ser la ciencia. Mi definición es que la ciencia llega hasta donde se puede separar observador y observado. Si ya no se puede, ya no hay ciencia, aunque uno pueda seguir siendo riguroso, escéptico, e incluso, en cierto modo, racional.

Adriana: Ah, cierto, ¡la peli! Chévere la peli... pero ya pailas, se me olvidaron los aspectos cinematográficos que no mencioné.

Kyboy dijo...

Cuando Don Lanark quedó “hondamente impresionado por el espectáculo del río Kelvin” y nos dijo que “ No tengo ningún mensaje qué transmitir, tal vez ni siquiera tengo ningún pensamiento nuevo que no venga sólo de mi. Pero mi cuerpo, mi totalidad, siente como si le hubiera estrechado la mano al espíritu del lugar” ¿Acaso no fue esto, de una manera conciente, profunda y reveladora, una experiencia estética?.
Cuando afirma que “Por otro lado, si estamos dispuestos a aceptar el conocimiento que durante siglos se ha acumulado metódica y sistemáticamente, con un increíble rigor, por los practicantes de distintos tipos de meditación, hay lugar para la conciencia detrás de todos los fenómenos del universo. De hecho, hay lugar para todos los fenómenos del universo en la conciencia.” Y que “La experiencia estética no es lo mismo que la meditación, y no creo que por sí sola nos pueda llevar más allá de lo humano, y menos hacia algo absoluto y eterno (lo sublime)” ¿Acaso no es contradictorio?.
Hay que recordar que en la meditación no dual no se hacen distinciones.
La belleza que arrebata, la que se encuentra en el arte (en el bueno) o en la naturaleza es indiscutiblemente un “yoga” natural y espontáneo. Estoy de acuerdo con la respuesta de Bochica sobre la experiencia estética cuando afirma que “penetra en el alma del ser humano y ahi no hay argumentos”.
La naturaleza de la experiencia estética no es social sino innata, aunque con el tiempo aprendemos a moldear nuestros gustos y a crear discursos para justificarlos. Nuestra conciencia sigue siendo sensible a la perfección, a la geometría, al equilibrio, al sentimiento, al misterio.

Lanark dijo...

Kyboy: Creo que la fuente de la aparente contradicción está en pensar que la sóla experiencia estética equivale a la ampliación de la conciencia. La experiencia estética, para mí, puede ser parte de algo más profundo y total, pero no me siento inclinado a darle ese carácter tan romántico, porque devalúa lo demás. De hecho, para mí la experiencia estética bien podría ser algo puramente humano, que no pueda ir más allá de lo humano. Desde luego, hay experiencias que van más allá de lo humano, pero dudo un poco en llamarlas estéticas.

En todo caso, la estética sí tiene para mi una relación clara con lo trascendente, igual que otras experiencias humanas, aunque me niegue a identificarla completemente con eso.

shoegazer dijo...

ni modo...
cada día estoy más filistea.
Debe ser como reacción contra el medio en el que me muevo.
Hubo un tiempo (hace unos dos o tres años) en que tenía una mayor estima por la experiencia estética. Ahora, creo que la teoría me echó a perder.

Una vez vi el "Cuadrado Negro" de Malevich. Casi caigo de rodillas (eso se llama "síndrome de Stendhal"), pero instantes después comprendí que mi impresión era aprendida, y que de hecho era poco más que la satisfacción de comprobar que, gracias a mi cultura, podía maravillarme por un pequeño cuadrado de lienzo cubierto de óleo negro. Por eso digo que la experiencia estética es egocéntrica; y solo puede conducir a ese tipo de micro-revelaciones personales que se podrían alcanzar perfectamente a través de la razón discursiva habitual. Y yo no pongo en duda que lo que tuve esa vez fue una experiencia estética auténtica. Además, me parece por lo menos curioso que yo sólo empecé a tener ese tipo de sensaciones a medida que fui expuesta a más y más obras de arte. Antes de los 17 años no recuerdo haber sentido nada parecido, y luego fui aprendiendo. El placer sensorial en la belleza es una cosa muy distinta (donde sí entra cierto instinto para la simetría, la armonía, etc).

Yo creo que esa cosa que llamamos experiencia estética es muy parecida al enamoramiento: puede que tenga algunos componentes fisiológicos (innatos) pero ante todo es un asunto social y se aprende.

Pero sí, sé que mi opinión al respecto es cada vez más filistea. No sé si lamentarlo o alegrarme.

Kyboy dijo...

Me gusta lo que dice Wilber al respecto:
"Preguntémonos ahora nuevamente por la esencia última del arte. Es fácil reconocer, cuando contemplamos, por ejemplo, un Van Gogh, que el arte verdadero tiene la capacidad de suspender el aliento del espectador. Cuando el verdadero arte impacta en nosotros -o mejor dicho, penetra en nuestro ser- nos conmociona tal vez durante un segundo o dos y nos abre a percepciones anteriormente desconocidas. En ocasiones, obviamente, las cosas son mucho más tranquilas y la obra de arte va impregnando lentamente todos nuestros poros, pero el hecho es que, en cualquiera de los casos, termina provocando un cambio, más grande o más pequeño, en nosotros.
No resulta, pues, extraño que, tanto en Oriente como en Occidente, el arte se hallara asociado, hasta hace muy poco, a la transformación espiritual (y con ello no estoy refiriéndome, en modo alguno, al arte meramente "religioso" o "iconográfico").
Algunos de los grandes filósofos modernos, como Schelling, Schiller o Schopenhauer, han subrayado el poder trascendente de la obra de arte. Cuando contemplamos un objeto hermoso (natural o artístico), toda nuestra actividad queda en suspenso y simplemente estamos atentos, sólo queremos contemplar el objeto. y mientras perdure ese estado contemplativo, no queremos nada del objeto, sólo queremos contemplarlo y que ese estado perdure; no queremos comérnoslo, apropiárnoslo, escapar de él ni modificarlo sino sólo contemplarlo, permanecer en su presencia.
En la conciencia contemplativa desaparece momentáneamente nuestro aferramiento egoico al tiempo y nos relajamos en nuestra conciencia esencial, descansamos en el mundo tal cual es, no tal como desearíamos que fuese. Cuando nuestro ojo descansa en el centro del ciclón contemplamos directamente el rostro de la quietud. En tal caso no hacemos nada por cambiar las cosas sino que sólo contemplamos el objeto tal cual es. Éste es el extraordinario poder que tiene la obra de arte, atrapar nuestra atención y dejarla en suspenso, el poder de contemplar -en ocasiones admirados y en otras en silencio- pero siempre ajenos al desasosiego que caracteriza nuestra vigilia.
Poco importa, en este sentido, el contenido concreto de la obra. Porque la auténtica obra de arte nos atrapa -incluso contra nuestra voluntad- y nos deja absortos y en silencio, liberados del deseo, ajenos a todo intento de apresar, libres del ego y libres de toda contracción sobre nosotros mismos. Y en esa apertura o claro de nuestra conciencia pueden aflorar verdades más elevadas, revelaciones más sutiles y conexiones más rofundas
hasta llegar tal vez, por un momento, a palpar incluso la eternidad. ¿Es posible acaso decir el tiempo que hemos permanecido suspendidos en la apertura que la gran obra de arte desencadena en nuestra conciencia?
Lo único que usted desea es contemplar, que ese estado no tenga fin, olvidándose del pasado y del futuro, de usted mismo y de su propio nombre. El noble Emerson dijo: "Las rosas que hay bajo mi ventana no se refieren a rosas anteriores o a rosas más hermosas; son lo que son y existen con Dios hoy. Para ellas el tiempo no existe, lo único que existe es la rosa, perfecta en cada momento de su existencia. Pero el hombre pospone o recuerda, no vive en el presente, sino que se lamenta del pasado o, desatento a los milagros que le rodean, se pone de puntillas para tratar de atisbar el futuro. No es posible ser feliz y fuerte hasta que moremos con la naturaleza en el presente, más allá del tiempo".
El gran arte suspende ese movimiento -que nos lleva a lamentarnos por el pasado ya anticipar el futuro- y nos abisma en el presente eterno, permitiéndonos estar con Dios hoy mismo, perfectos a nuestro modo, abiertos a la opulencia y beatitud de un reino que nuestra época ha olvidado pero que el gran arte nos recuerda no tanto por su contenido como por sus efectos, suspendiendo el deseo de estar en otra parte. De este modo se
desata el nudo de agitación que alienta en el corazón del yo sufriente y nos liberamos -por un segundo, por un minuto o por toda la eternidad- de la contracción que nos mantiene encerrados en nosotros mismos.
Ése es exactamente el estado que nos provoca el gran arte, sin importar, en modo alguno cuál sea su contenido (insectos, budas, paisajes o abstracciones). Desde esta perspectiva -desde este contexto- el gran arte puede ser juzgado por su capacidad para suspender nuestro aliento, diluir nuestro yo y sustraernos, simultáneamente, del flujo del tiempo.
Y sea cual fuere el significado de la palabra "espíritu" -coincidamos, por ejemplo, con Tillich, en que tiene que ver con aquello que moviliza nuestro interés último-, en el asombroso instante en que el gran arte penetra en usted y le transforma, el Espíritu resplandece en este mundo con mayor intensidad.

Demos ahora todavía un paso más hacia adelante. ¿Sería acaso posible que pudiéramos contemplar al universo entero como la más hermosa y delicada obra de arte? ¿Sería posible contemplar, en este mismo instante, cada cosa y cada evento -sin excepción alguna- como un objeto intrínsecamente bello?
Porque esa visión nos dejaría momentáneamente petrificados, toda
nuestra ansiedad por escapar o por apresar algo quedaría provisionalmente en suspenso, nos libraríamos de la contracción sobre nosotros mismos y moraríamos en la contemplación sin elección de todo lo que es. Al igual que la obra del arte o el objeto hermoso suspende momentáneamente nuestra voluntad, la contemplación del universo como el más bello de los objetos nos abriría a la conciencia sin elección de lo que es, no de lo que debería -o podría- ser.
Porque ¿no es, acaso, posible que cuando percibimos la belleza de todas las cosas, sin excepción alguna, nos hallemos realmente en el ojo del Espíritu y que el Kosmos entero, tal cual es, sea una manifestación de la belleza? ¿No es, acaso, posible que el Kosmos sea, de hecho, la más resplandeciente obra de arte del Espíritu?
Desde esta extraordinaria perspectiva, el Kosmos entero es la obra del arte de la radiante creatividad de nuestro yo superior porque, cuando lo contemplamos desde el ojo del Espíritu, cualquier objeto del universo se convierte, de hecho, en una manifestación radiante de la belleza
Y viceversa. Porque, en el caso de que pudiéramos, aquí mismo en este mismo instante, mirar cada cosa y cada evento del universo entero como un objeto resplandecientemente hermoso, nos liberaríamos de nuestro ego y sólo perduraría el espíritu..."

Kyboy dijo...

“El acercamiento a la religión por medio del arte no es capricho de esteta: la experiencia estética tiende espontáneamente a prolongarse en premonición de experiencia religiosa.
De la experiencia estética se regresa como del atisbo de huellas numinosas”.

Nicolás Gómez Dávila.

Kyboy dijo...

"Tenía la impresión de atravesar inmensas cortinas de luz que nacían, se formaban y se desvanecían en torno a mí. A veces me rodeaba la presencia amiga de objetos pequeños, resplandecientes, bellos; luego una inmensa marea de luz se tragaba el conjunto y daba origen a un nuevo decorado. Me dije que quizás la verdadera naturaleza del arte consistiese en revelar mundos soñados, mundos imposibles, y que eso era algo a lo que yo nunca me había aproximado, algo de lo que jamás me había sentido capaz..."

Michel Houellebecq

Lanark dijo...

Shoegazer: Yo también estoy convencido de que la experiencia estética es el resultado de un aprendizaje, igual que cualquier otra percepción del "ojo de la carne" (los sentidos) o incluso del "ojo de la mente" (la abstracción mental).

Sin embargo, pienso que aunque ese aprendizaje se puede beneficiar mucho de la formalización y la verbalización (no se si estas dos sean lo mismo) no se puede reducir a ellas. Igual que uno puede aprender a manipular aparatos y percibir con ellos en un laboratorio (con un poquito de base teórica), puede también afinar su sentido estético contemplando el arte con algún conocimiento extra sobre él. Y claro, observando arte se aprende a observar el arte. Y la apreciación de otros también nos ayuda a formar la propia.

Kyboy: Recuerdo bien este pasaje de Wilber. Mi lectura de él, es que simplemente resalta la relación íntima entre la experiencia estética y la ampliación de la conciencia, sin caer en el simplismo de establecer una equivalencia entre ambas.

Por un lado, la experiencia estética que describe es la de alguien que se ha entrenado para percibir de cierto modo; y no me siento inclinado a excluir en esta categoría a alguien que por ejemplo observa un objeto de culto masivo (digamos un carro lobo) por más que su apreciación esté llena de aspiraciones vulgares.

Los ejemplos de filósofos que pone Wilber (yo no los calificaría de "modernos", la verdad) son escogidos entre lo más emblemático del romanticismo, y me parece que fue un desliz de su parte.

El carácter parcial de su exposición me parece que se explica por la expresión que usa por ahí del "Gran Arte": él sólo está hablando de un cierto tipo de arte. Digamos que está haciéndole propaganda.

Pero en términos de la experiencia estética en general, un tema que tal vez a Wilber no le parezca tan interesante, no creo estar en desacuerdo con él por mi posición de definir la experiencia estética como una experiencia fundamentalmente humana y cotidiana.

Y Gómez Dávila me parece que es aún más claro que Wilber al delimitar la experiencia estética, cuando dice que "tiende a prolongarse", y que no coincide con lo numinoso, sino que de ella se regresa "como del atisbo de las huellas de lo numinoso". Me parece que para un párrafo tan corto, se tomó bastantes trabajos para distinguir lo estético de lo trascendente.

Anónimo dijo...

La conciencia colectiva es algo a lo que tendremos que llegar gradualmente y con el desarrollo del ser humano como ser consciente y espiritual.

La experiencia estética se condiciona basado en la formacion intelectual? Si, y puede ser tan diversa que alguien llege a tener una profunda experiencia con cosas muy disímiles. ahi llegamos al alma y por eso los argumentos no son validos. Solo busco una explicacion con lo anterior porque te puede sacudir algo que no esperas y que esta totalmente fuera de tu formacion intelectual (conmover a un troglodita es difícil pero posible).
La cancion "a quien engañas abuelo" me produce una gran experiencia emocional y estetica en el sentido que gozo con las notas y arpegios del tiple la guitarra y la bandola asi como su mensaje.

La otra cuestion es que la experiencia estética es colectiva al mismo tiempo que individual me explico:

Cuando alguien compone una cancion la crea dedicada a alguien y al mismo tiempo para todo aquel que la quiera escuchar. La experiencia es individual pero al mismo tiempo estamos escuchando el discurso y la expresión artistica del autor y compartiendo el conocer la obra de alguien.

A-¿Ya oiste el requiem? (mientras charlan en cualquier parte con B)

B-SI! Excelente pieza.

Empieza a haber un intercambio de experiencias estéticas que poco a poco nos llevan a una conciencia colectiva. Y con la genialidad y precocidad e las nuevas generaciones se acelerara...

de ahi la importancia de difundir la cultura tanto popular, autoctona como universal. Es una experiencia individual mas no egoista. no nacemos todos de la misma madre pero todos nacemos, eso si hace parte de la conciencia colectiva como la muerte. De ahi lo bello que será cuando las expresiones artisiticas sean tan cosmologicas como la vida, el amor, la felicidad y la muerte.


Un nuevo saludo de la mente pseudointelectualoide.

shoegazer dijo...

Hay algo en lo que coincido con Kyboy: el arte es muy parecido a la religión. Lo que pasa es que él opina que la experiencia estética está también emparentada con la experiencia mística, y en eso sí tengo mis dudas.

Creo que es evidente que la religión poco tiene que ver con la experiencia mística (si es que tal cosa existe), y que el hecho de que hayan ido juntas es coincidencia histórica. Lo mismo pasa con el arte: tiene poco que ver con la experiencia estética. No se necesitan. Pero da la casualidad que el arte es un buen campo de entrenamiento para aprender a experimentar estéticamente, cosa que también pasa con la religión (predispone a la gente a sentir cosas, véase las iglesias cristianas).

Ahora bien: creo que no sería ni interesante ni posible tener una experiencia estética "absoluta" (el mundo como obra de arte). La experiencia estética sólo es concebible como un tipo de experiencia más, entre otros - no tiene un absoluto. Y por tanto sólo puede existir como oposición a un modo de experiencia extraestético. Si todo es arte, nada lo es.

Kyboy dijo...

Lanark, ahora que reconoces la relación íntima entre la experiencia estética y la ampliación de la conciencia, no entiendo como ponías antes en un mismo nivel de conciencia la experiencia estética y comerse una empanada (ahí lo único que amplías es la panza).
Yo tampoco creo que la experiencia estética sea equiparable al éxtasis místico, pero creo, sin ser romántico, que esa dimensión trascendente sí ayuda a responder la pregunta que inicialmente formulabas en el post.
Personalmente nunca me entrené para entrar en ciertos estados de conciencia pero lo hice, de la misma forma creo que hay gente sensible a ciertas cosas, como la experiencia estética, y otras personas (la mayoría) que no lo son.
Cuando Wilber habla de “Gran Arte” yo creo que se refiere al arte que logra “suspender el aliento del espectador”. Cuando él hace esta distinción no creo que quiera vendernos nada, simplemente hace un juicio de valor, como cuando hablas de Botero.
No comparto la idea de que “la experiencia estética es el resultado de un aprendizaje, igual que cualquier otra percepción del "ojo de la carne" (los sentidos)”. Las percepciones no se aprenden, es el juicio de la experiencia estética lo que se aprende (ojo de la mente). Si la experiencia estética tuviera sólo la dimensión mental (reducción simplista) seguramente sería aprendida, pero está presente en los tres niveles biológico, psicológico y espiritual.
Siendo justos creo que Gómez Dávila no pretende distinguir lo estético de lo trascendente, al contrario, el también dice: “La existencia de la obra de arte demuestra que el mundo tiene significado. Aun cuando no diga cual” y “ La índole de la obra de arte puede depender de condiciones sociales, pero su calidad estética de nada depende”.
Shoegazer. Si el arte y la religión predisponen, a la experiencia estética el uno y al misticismo la otra, no creo que el que háyan ido juntos sea una coincidencia histórica.

ps. Un abrazo a este par de filisteos.

Adi dijo...

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