viernes, noviembre 24, 2006

UNA ESTILIZADA CRIATURA


Imagen: "Heron" del artista nativo canadiense Isaac Bignell

Como veo que ha pasado ya algún tiempo de mi último post, y que mi pequeña audiencia visita de blog de cuando en cuando buscando algo nuevo, le he pedido a alguien que me eche una mano con un texto corto.
Y he aquí que Shoegazer me regaló con un relato que me dio nuevas perspectivas sobre el chicle y el sabor a chicle, sobre la búsqueda rigurosa de conocimiento, sobre el ayuno (del que durante algún tiempo fui un practicante regular). Es un relato que lleva bastantes años escrito, y, eso, dada la tierna edad de Shoegazer, ubica el relato por su creación en la categoría de cuento adolescente, aunque yo no hubiera sido capaz de escribir alto tan bueno ni a los 20 años.

UNA ESTILIZADA CRIATURA DE LA CULTURA POP

Una estilizada criatura de la cultura pop, una escafandra vacía en pecera de consultorio, a qué sabe el sabor a chicle – preguntó – y como la respuesta tardaba, con lógica impecable emprendió la búsqueda. Trivial excursión de boy scouts serían para la historia los zigzagueos de Odiseo, de Jasón y de Magallanes, cuando esta singular empresa acabase. Una moneda, qué iba a imaginarse el buen hombre tras el mostrador, lo que entregaba sin mirar eran los rollos del Mar Muerto, y ella, que nunca se había preguntado nada, se sentía transfigurada en una suerte de Indiana Jones, deslumbrada por primera vez con el poder autocomplaciente de la actividad cerebral.

Habría podido quedarse horas contemplando el envoltorio rosado, que por lo demás no ofrecía ninguna pista para su indagación. Vislumbró el primer misterio que debería aceptar como auto de fe – el chicle no sabe a azúcar con ácido sórbico. Luego, es más que la suma de sus partes, y se define por un componente irreductible y enigmático. Su grial, entonces, sería esa quintaesencia huidiza, que se escondía tras falsas identidades frutales. Antes de cruzar los límites de los suburbios, entendió que el helado de chicle requería igualmente de su atención, y durante la primera parte de su travesía confirmó, perpleja, la existencia de tal espíritu multiforme en los más disímiles objetos, comestibles o no.

De tienda en tienda, de ciudad en ciudad, soplando globos a veces rosas, a veces azules, probando una a una todas las bayas, argonauta de las papilas en perpetua alucinación, comprendió que el sabor a chicle era algo así como la metafruta, imposible de aprehender con los imperfectos sentidos humanos que lo habían creado. Cuando hubo gastado la última moneda en un último cubito lila cubierto de caracteres cirílicos, aprovechó el verano siberiano para llegar hasta la esquina de la Tundra, lugar más que apropiado para sentarse a meditar. Dada la manifiesta inutilidad del mundo de la experiencia sensible, una víctima más de la duda metódica y a la vez una feliz solipsista, no volvería jamás a probar los vestigios secos y dulces que quedan en la comisura de los labios cuando el globo al fin estalla.

martes, noviembre 21, 2006

RECTA CONCENTRACIÓN

Del viernes al lunes, pasé una buena parte del fin de semana frente al computador de mi casa; parte escribiendo, y parte arrodillado en el suelo desarmándolo. Desarmándolos, en realidad, porque el primero que compré (Fujitsu-Siemens), por un precio bastante bajo, era demasiado viejo, y terminé comprándome otro más poderoso (Hewlett-Packard), aunque, curiosamente, sustancialmente más barato. Voy a describir el proceso en tres etapas.

ETAPA I
Donde me di cuenta de que realmente el computador no podía con los paquetes que necesitaba usar. (Vector Linux funciona bien, pero no emacs ni teTeX) El procedimiento por el que llegué a darme cuenta fue, desde luego, intentando todas las maneras posibles de hacerlo. No me permití alargar las pesquisas hasta tarde en la noche, porque el sábado me había comprometido a ir por la mañana al centro budista (Scotland's Buddhist Vihara) a ayudar.

INTERMEDIO
En el centro budista, hubo almuerzo ceremonioso. Una señora de Sri Lanka le llevó el almuerzo al monje, y éste presidió (para sólo dos personas, la señora y yo) una ceremonia en la cual se ponía en relieve el hecho de que para el monje recibir la comida está condicionado a que él dedique toda la energía que le da la comida a practicar el Dhamma (el camino, la doctrina) y a facilitarle a los demás la práctica. La ceremonia involucró unos cánticos muy bonitos en Pali (el monje tiene buena voz) y tiene una parte antes del almuerzo, el almuerzo del monje, el almuerzo de los demás (comida deliciosa, muy picante) y una parte después del almuerzo, donde el monje bendice a los presentes, y nos pone una cuerda blanca anudada a la muñeca derecha, como recordatorio de que uno se debe al Dhamma.

ETAPA II
Donde agarré el computador, y me fui a un almacén a averiguar si le podían poner más chips de memoria. Es difícil conseguir chips para una tarjeta de hace 6 años. Saliendo del almacén, vi el computador que estaban vendiendo, y lo compré, no sin algunos segundos previos de indecisión y agonía.
Esta etapa, termina en la vigorosa actividad física de traer los computadores, uno primero y el otro después, a mi casa a 7 cuadras, bajo una llovizna leve pero muy fría, a un ritmo bastante rápido porque iban a cerrar el almacén.
El resto de la noche, pasó entre instalar Vector Linux en el computador nuevo, y lidiar con el problema de conectarme a Internet. Darme cuenta de el H-P (Hewlett-Packard, no sean malpensados) tenía modem pero no tarjeta LAN (en la residencia no nos conectamos a internet por modem sino por LAN), sacarle la tarjeta LAN al F-S, conectársela al H-P, y constatar que no la reconocía. Una vez. Dos veces.
Dado que ninguno de los computadores tiene quemador de CDROM, que yo dejé mi memoria flash en Colombia, y que por alguna razón los diskettes de 3 pulgadas no me duran más de un día sin dañar los archivos, la perspectiva de no tener acceso a la red implicaba que no podía trastear información entre la oficina y la casa, es decir, que no me iba a servir el computador nuevo.
Es así, como la cabeza me empezó a funcionar en círculos, donde el haber comprado los computadores resultaba en un grave error que menguaba bastante mis fondos, abría la posibilidad de perder aún mucho más tiempo en el futuro, quitándome por lo tanto la posibilidad de ganar más dinero, lo cual hacía en cada ciclo más difícil comprarme un computador nuevo, amén de la aparición de más dificultades de comunicación con mi media naranja y demás amigos en Colombia, e infinidad de otros horribles accesorios a mi desgracia.

ETAPA III
Mientras me disponía a conectar nuevamente el computador F-S, sentí el calor disipado por mi agitación, y me quité el suéter, dejando al descubierto el amuleto budista, la cuerda blanca atada a la muñeca. Y de inmediato recordé uno de los preceptos del budismo: la recta concentración. De pronto, recordé cómo hacerme consciente de los pensamientos en mi cabeza, del estado de mi cuerpo, y de mi estado de ánimo. Las tres cosas para las cuales entrena la meditación budista.
Aunque en mi cabeza seguía dando vueltas el teatrino de guiñol de mi desgracia, en mi espalda los músculos seguían crispados, y mi pecho se encogía bajo el peso de la tristeza, mi mente logró observarlo todo desapegadamente, y entendí mi situación de una manera completamente distinta.
Recordé que en las escrituras budistas que narran la vida del Buda Shakyamuni (el buda histórico), siempre tenían la costumbre de pedirle al Iluminado las cosas tres veces, y a las primeras dos, él se negaba. Riéndome un poco del absurdo de establecer un paralelo entre el Buda Shakyamuni y un computador viejo que no reconoce una tarjeta LAN, me apliqué a instalársela con mucho más cuidado.
Y, como el Buda, a la tercera cedió.

Desde entonces, todo marcha. No digo ni bien ni mal, todo marcha. No me iluminé, no hice ningún milagro (simplemente, resultó ser asunto de maña) pero llegué a vivir una vez más cómo se vive el aquí y ahora, que son todo lo que existe.

No digo que sea necesario practicar meditación budista para lograrlo, pero ayuda muchísimo. Cuando uno medita, entrena la atención para observar sin ningún tipo de compromiso. Y cuando no está meditando, uno puede acceder a ese sitio de claridad en su mente que creó, o que encontró, al meditar. Por otro lado, siempre he sido muy escéptico respecto al uso de amuletos, pero al menos en ciertos casos, creo que se trata simplemente de evocar un estado mental.

COMPREN, COMPREN