sábado, septiembre 01, 2007

PADRE, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?

Imagen: la madre Teresa de Calcuta, tomada de la página web de Richard Dawkins.

Para comenzar, una aclaración sobre el título. Se trata de una frase atribuída a Jesucristo en los evangelios de Mateo y Marcos, que aparentemente han sido un quebradero de cabeza para los estudiosos de la Biblia. En mi opinión, es otro de tantos casos en los que la experiencia mística no encaja bien en la religión. Sin embargo, un antropólogo de la religión no tendrá tantos problemas para explicarla como un teólogo, porque es el reflejo de un rasgo universal en la experiencia mística: lo que San Juan de la Cruz llamaba la "noche oscura del alma"

Antes de explicar de qué se trata esta noche oscura, entro en materia. Hace poco se publicó un libro sobre la madre Teresa de Calcuta, que recopila buena parte de su correspondencia, y revela algo sorprendente: la santa vivió medio siglo inmersa en una enorme crisis de fe. Podría decirse que, en cierto modo, dejó de creer en Dios. Lo cual es, para algunos, increíble si se tiene en cuenta la vida piadosa e incluso aparentemente feliz que llevó durante todo ese tiempo. Para mí tal vez no sea increíble, pero es de todos modos impresionante.

Recuerdo un pasaje de la biografía magnífica de san Francisco de Asís que escribió Niko Kazantzakis, donde él, viejo, enfermo y completamente tostado (en el buen sentido) a punta de ayuno y privaciones materiales, le confió a su confesor una duda terrible: sospechaba que la muestra máxima de amor a Dios no era renunciar al mundo, sino renunciar al Cielo, es decir, a la mismísima presencia de Dios. Para el santo, la experiencia mística, la disolución en la luz infinita de Dios comenzó a verse como uno más de los hábitos de su carne, una veleidad de su ego. Se preguntaba si la santidad no era otro hedonismo: uno que buscaba la felicidad inmensa de la comunión con Dios. Dudaba, en el fondo , si esa no era otra de las etapas que debía dejar atrás, como lo había hecho con los hedonismos del mundo, para ir en pos de Dios.

Esta etapa en la que la persona se ve privada de percibir la omnipresencia de Dios, es lo que san Juan de la Cruz llamó "la noche oscura del alma". Un tipo de sufrimiento diferente al que podemos imaginar. También se encuentran referencias a este estado en otras tradiciones, algunas incluso no religiosas. Recuerdo por ejemplo las "emergencias espirituales" de las que habla el sicólogo transpersonal Stanislav Groff, que comienzan con una etapa de desequilibrio y aparente locura angustiante, pasan a una de revelación y contemplación intensa, feliz y tranquila, para desembocar finalmente en una desaparición total de todas las experiencias espirituales, que se experimenta como algo tremendamente triste y difícil, por contraste con la segunda etapa. Noche oscura. Así como muchos teólogos dicen que el paraíso es la comunión directa con Dios, su ausencia es el Infierno.

Imagen tomada de GetReligion.com

La madre Teresa vivió, como decía, medio siglo privada de las experiencias místicas de contemplación que la extasiaron en su juventud, sin una verdadera convicción en la existencia de Dios. Se ha insinuado que eso es técnicamente ateísmo, y algunos periodistas francamente descachados han dicho que la revelación "ha hecho las delicias de los detractores de la santa". Aunque yo sí pienso que eso en efecto es ateísmo, y que incluso no puede decirse que uno sea realmente católico si no tiene realmente fe en Dios, pienso que la crisis de la madre Teresa es la mayor prueba de su santidad.

En los libros de Castaneda se habla reiteradamente de algo que él llama la "impecabilidad del guerrero" que lo lleva a actuar perfectamente de acuerdo con su papel aún cuando haya perdido todas las esperanzas y posibles motivaciones, mientras espera el golpe de su fracaso, sin abandonarse a una desesperación llorona que no es más que otra forma de ser tiranizado por el ego. De hecho, insinúa que en la búsqueda verdadera de la libertad, ese siempre es el caso antes de lograr el objetivo. El guerrero nunca conoce la libertad sin haber sabido que jamás iba a tener éxito en su conquista. Y está de más decir que la santa llevó una vida impecable.

No puedo más que disentir de su apego a la doctrina oficial católica, pero debo reconocer que la madre Teresa siempre pregonó una ética absolutamente integral y desligada de la ilusión de la individualidad, una ética basada en que la separación entre conciencias es ilusoria, como la que yo he tratado de delinear en algún post anterior. Aquella certeza de que la conciencia no es el ego que llevaba al san Francisco de Asís de Kazantzakis a decir, cuando le preguntaban si no sufría su vida durísima y absolutamente abnegada: "si, alguien sufre"

En una de las pocas acciones del vaticano que provocan mi simpatía, dijeron que la revelación de su ateísmo no impedirá su canonización. Habrán notado que la he llamado santa. Lo he hecho, porque para mí eso no debería depender de que haga milagros. Me niego a adoptar el criterio de la Santa Madre Iglesia, que canoniza a personas como José María Escrivá de Balaguer y otras joyitas aún peores.

Para el que quiera saber más, acá dejo un enlace al excelente artículo en la revista TIME. Está en inglés, pero qué le vamos a hacer. Para buscar algo en españo, siempre están los motores de búsqueda.

COMPREN, COMPREN