martes, octubre 31, 2006

TODO TIEMPO PASADO FUE DISTINTO (1): EL ZX81

Este texto inaugura una sección del blog dedicada a las divagaciones nostálgicas. No debería extrañarnos demasiado que al señor Lanark, a sue edad, le de por ahí de vez en cuando. Cedámosle entonces la palabra gramaticalmente, para que pueda explayarse en primera persona.

La penúltima semana de octubre tuvo lugar en Glasgow una conferencia sobre procesamiento de cadenas y búsqueda de información (el terminacho intraducible satisfactoriamente, "Information Retrieval". Si algún lector tiene sugerencias para referirse a eso, sus comentarios serán más que bienvenidos). La cosa se llamaba SPIRE, y se realizó en una casa que se llama algo así como "la casa del profesor", y contrario a lo que uno pueda pensar de entrada, no es un negocio donde venden marcadores para tablero, tizas, maletines de aspecto ajado o por lo menos sórdido, ni otros tantos adminículos usados por profesores, sino que es un escenario bastante organizado y elegante para eventos académicos.
De camino a los baños, este centro académico tiene un mini-museo de tecnología electrónica, en unas vitrinas a los lados de un corredor. Y fue ahí donde tuve un fuerte flash-back de las profundidades de mi memoria, para ser exactos, de hace 22 años. El fogonazo memorístico fue la imagen de mí mismo de 12 años, abriendo una pequeña caja de cartón que unas tías habían llevado desde las moles de concreto neoyorquinas, hasta las colinas andinas de Pasto; era un ZX-81, uno de los primeros computadores personales de la historia.

Recuerdo sobre todo la sensación de extrañeza: era una cajita de plástico negro del tamaño de una agenda, sólo que tan ancha como larga, y con un elegante perfil que hace pensar en un coupé deportivo bajito, pero un poco ancho (ver foto). En lo que sería el capó, es decir, la parte de adelante donde usualmente va el motor, el plástico negro se volvía blanco en cuadritos redondeados, y en ellos se veían las letras (en negro) organizadas como en una máquina de escribir, junto con los usuales signos de puntuación, mas unos enigmáticos símbolos y unas abreviaturas igualmente enigmáticas en rojo. Los símbolos enigmáticos eran los escasos caracteres gráficos que el computador usaba para hacer dibujitos en la pantalla (que era un televisor común y corriente que uno conectaba) y las abreviaturas eran las instrucciones y funciones de un lenguaje de programación algo rudimentario, una versión del BASIC característica de estos equipos (distinta al Applesoft Basic y al Microsoft Basic que usaban otros computadores mas aparatosos de su época)

En este punto, para ser completamente fieles a la verdad, debería aclarar que lo que yo tenía no era exactamente un ZX-81, sino la versión casi exactamente igual producida para el mercado gringo, el TIMEX SINCLAIR 1000. Creo que si hubiéramos intentado conectar su pariente británico al televisor de mi casa, todos en la casa nos hubiéramos despelucado en vano.

El caso, es que pasé grandes cantidades de tiempo jugando con el bicho. No me refiero a esos jueguitos de hacer saltar al sapo o atravezar un pantano con brujas y cosas de esas, que el aparato tenía esos juegos, sino a que pasaba horas haciendo ensayos sin ton ni son programándolo, principalmente para que haga dibujitos. Probablemente, eso era un abrebocas a las eternidades que me pasaría después (por épocas, no todo el tiempo) frente a una pantalla de computador. Lo que hacía en el computador eran realmente ejercicios bastante estándares (aunque mas bien indisciplinados) de programación, y tal vez no vale la pena mencionarlos en detalle. Pero el hecho de que todo eso lo hacía con una memoria de 4K extendible a 16K, y guardando los programas con una grabadora común y corriente, en cassetes de audio que se demoraban horas en cargar y descargar cualquier cosita, me dejó una actitud algo escéptica y de viejito hacia el cuento del avance acelerado de la tecnología.

De todos modos, este texto no es un simple suspiro nostálgico de mi parte, sino que también pretende tener algo de actualidad, mencionando una historia sobre el desarrollo de la tecnología que me parece relevante para entender porqué "estamos como estamos". Es decir, porqué unos paises se hacen cada vez más ricos, y otros, como el mio, se hacen cada vez mas pobres.

Es la historia de la compañía de Sir Clive Marles Sinclair, la que construyó mi juguetico. Un tipo que, a mi juicio, no encaja en ciertas ideas preconcebidas del empresario innovador. A continuación, daré las 10 razones por las cuales Sir Clive probablemente no hubiera triunfado en Colombia, o tal vez incluso no hubiera triunfado en los tiempos que corren (ah, todo tiempo pasado fue distinto).
  1. Fue un joven brillante pero tímido (primer problema, jamás hubiera podido comenzar a llenar su hoja de vida para mostrarle a Colciencias suficientemente rápido).
  2. No le enseñaron lo que lo que vale es la plata, papá! Clive siempre se dedicó a lo que le interesaba, y no a lo que al parecer de la opinión general le convenía. Sus padres, que pasaron terribles dificultades financieras, hicieron todo lo que humanamente pudieron para que él y su hermana Fiona se dedicaran a estudiar, sin contribuir a la manutención de la familia.
  3. Era una familia radicalmente atea, que no iba a utilizar los mecanismos sociales que da una religión como un capital económico suceptible de ser explotado.
  4. No tenía interés en encajar en el sistema educativo, y al salir del colegio, ya sabía lo que le gustaba, y que podía jugar a eso sin el apadrinamiento de nadie; no entró a la universidad. (bueno, eso de pronto sí cabe dentro del prototipo popular del triunfador, en particular en el prototipo tercermundista. La diferencia, recae en que Clive no despreciaba el conocimiento formal, sino que sabía que podía acceder a él sin necesidad de la universidad)
  5. Metido de lleno en el pasatiempo de jugar con componentes electrónicos, que a la sazón (años 60s) se habían vuelto muy baratos, Clive resultó, a los 18 años, dirigiendo por casualidad (nada de lagartería ni de intrigas) una revista de aficionados a la electrónica (Practical Wireless), donde además ponía al alcance de todo el mundo los conocimientos que tenía sobre cacharrear con chips y cosas de esas. Nada que ver con el "ah, es que mi trabajo vale porque sólo yo soy el que se", o las ideas mercantilistas sobre el conocimiento hoy en día tan populares entre los ingenieros tipo Microsoft.
  6. En 1961 finalmente se cansó de que la gente no desplegara todo el potencial de lo que él sabía que se podía hacer cacharreando en electrónica casera, y comenzó su idea de hacer aparatos pequeños, estrellándose con la dificultad de que los que tenían la plata la quisieran invertir en eso tan esotérico. Para financiarse, aceptó un trabajo en una revista menos underground como editor técnico.
  7. Su estrategia para desarrollar sus aparatos minúsculos fue heterodoxa: no mandaba a hacer los componentes con requerimentos técnicos tremendos, sino más bien, tomaba los que habían sido rechazados por no cumplir requerimentos técnicos, y diseñaba circuitos donde deberían funcionar bien. Desde luego, hay que ser bastante bueno para hacer esto, no es de ninguna manera un proceso a prueba de tontos, como tiende a ser la norma hoy en día.
  8. Después de apostarle todo-o-nada a un sistema de ventas por correo bastante poco frecuente en su tiempo (eso sí es bastante estándar en el estereotipo del innovador) su carrera como empresario despegó, pero él no se volvió un empresario común y corriente que vive el resto de su vida de su chispazo inicial, porque tenía intereses intelectuales particulares. Y ahí apareció el proyecto del ZX-80. Se ve que la plata no le enseñó que lo importante en la vida es la plata, como suele pasarle a los empresarios.
  9. Desafiando lo que decían los teóricos de la computación, acostumbrados a otro tipo de problemas y a otro tipo de formas de trabajar, Clive se lanzó al desafío de hacer un computador mas pequeño de lo que se creía posible, y, lo mejor, más barato. Y, aún más importante en mi opinión, él pensó en un concepto diferente de computador. Éste, iba a ser uno que la gente compraba para explorar y aprender lo que se podía hacer (como hice yo) y no para llevar la contabilidad, hacer cálculos estadísticos o manejar máquinas. Clive le apostó a la curiosidad del público. Y halló un público curioso.
  10. El ZX-81 (lanzado en 1981) marcó otra tremendo cambio en la forma de trabajar de Clive. Probando que su antiguo método era útil pero no un fetiche, adoptó el primer componente diseñado para un equipo suyo: una tarjeta ULA hecha por Ferranti (el lider mundial en procesadores antes de Intel) que contenía el microprocesador Z80, mas otros componentes. . Y el éxito fué, desde luego, tremendo, porque los precios bajaron aún más, y el desempeño mejoró.
Bueno, algunos lectores dirán: aquí se comenzó a poner buena la historia. Pero Lanark ya terminó su lista de 10 razones. Tal vez no haya probado nada, pero así se dio gusto actuando el viejito que reniega de cómo son las cosas hoy en día.

Hay que aclarar que acá no hay ni una gota de lamento personal, porque Lanark nunca ha tenido ni un pelo de empresario, ni ha pretendido tenerlo. Es puro "dolor de patria", que lo hace lamentarse de que algo tan inspirador como la historia de este inglés no pueda ocurrir en su pais, sin que sea, claro, ninguna apología a la Pérfida Albión, porque el mérito es de Sir Clive, y no de Inglaterra.

COMPREN, COMPREN