Imagen: Ulrich Mühe en su papel como el Sargento Gerd Wiesler, en la película "Das Leben der Anderen" Tomada de una página de la Deutsche WelleI - CONTROL
Se nos dice que estamos en peligro, que necesitamos instituciones que administren la violencia para protegernos.
Bajo una amenaza constante, nuestro comportamiento se acerca más al de un cardumen de peces. Hay la ilusión del control, y la ilusión de que ese control es necesario para que la sociedad funcione y ponga a nuestro alcance lo que necesitamos. Un régimen político autoritario no puede existir sin un Enemigo omnipresente y temido.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética implantó en Alemania Oriental un régimen socialista que, por haber sido impuesto desde afuera, y por estar tan ligado al mundo capitalista de la otra Alemania, era especialmente sensible a la amenaza subversiva. La temida Stasi, la Policía Secreta, mantenía una vigilancia estricta de la población amedrentada. Enormes archivos contenían grandes cantidades de información sobre la vida diaria de miles de ciudadanos, y servían como criterio para que los funcionarios decidieran quién era peligroso para el Socialismo y tenía que ser neutralizado. Una declaración políticamente incorrecta hecha en la privacidad del hogar podía ser causa de un arresto al día siguiente, y el encierro por años o la desaparición.
En la película "das Leben der Anderen", dirigida por Florian Henckel von Donnersmarck se muestra parte del funcionamiento de este sistema represivo. Un sistema orientado a eliminar la diversidad de comportamientos y opiniones, en pro de la ilusión del control, que a su vez se erige en contra de la ilusión de un Enemigo.
La película nos muestra una Berlín vacía, gris y deprimente, poblada por personas de caras largas y gestos nerviosos. Una ciudad aparentemente ahogada por el control. En medio de esta ciudad, sin embargo, muestra un oasis de humanidad en la precaria comunidad artística, una comunidad que es tolerada para evitar que se haga evidente la miseria de la vida bajo control, pero que es al mismo tiempo vigilada de cerca y temida por el régimen, que se sabe descubierto en su impostura por estos artistas, todos (en la película) socialistas convencidos, pero no por eso menos suceptibles de ser perseguidos por el gobierno.
Pero el control es sólo una ilusión, una fachada.
II - CORRUPCIÓN
Lo primero que desbarata el control y el orden es el hecho de que el poder genere corrupción. La manera precisa y clara como está planeado el funcionamiento del estado se corrompe porque el poder les permite a los funcionarios desvirtuar sus conceptos y procedimientos, y convertirlos en fachada de otra cosa, de una depredación de sus semejantes.
El inmenso aparato de seguridad estatal creado para preservar al socialismo de sus enemigos, principalmente extranjeros, termina siendo utilizado por funcionarios del gobierno para conseguir los favores sexuales de una mujer, o para truncar la carrera de un funcionario en favor de otro.
Sin embargo, hay personas que se convencen de la doctrina oficial, personas que consideran que vale la pena dedicar su vida y su esfuerzo a mantener el control, como el sargento Wiesler, y lo hacen por convicción y no por unos intereses escondidos. Él es un hombre con una gran suspicacia y capacidad para observar a la gente, cuyo desempeño ha sido muy útil para el gobierno. Su convicción de que lo que hace es necesario, junto con el placer de desempeñar un trabajo para el que se sabe muy bueno, bastan para que ignore las siempre presentes pruebas de que todo es una fachada.
Wiesler desaprueba las muestras de crueldad y corrupción que ve en sus colegas, pero considera, aparentemente, que son "casos aislados" y que son preferibles a la vulnerabilidad ante el enemigo que implicaría exponerlas. ¿suena familiar? Si es cierto que la mayor parte de la gente es honrada, este razonamiento tiene que estar muy extendido en paises como Colombia.
III - EMPATÍA
Hay un segundo factor que destruye el control, y es que está basado en suposiciones fundamentales erróneas. No siempre se puede modelar de esa manera el comportamiento de los humanos, y menos si el modelo es incoherente. Todos hemos presenciado casos de adoctrinamiento, y vemos también la habilidad de los medios masivos para estupidizar a la gente. Pero nada de eso es infalible.
Wiesler, habíamos dicho, tiene una gran capacidad de observar y entender a la gente. Eso lo hace un buen policía, y una ficha clave para la represión del gobierno, pero llega a volverlo también un elemento que falla.
"¿Puede alguien que haya oído esto, es decir, haberlo realmente escuchado, no ser un buen hombre?" le dice el escritor de teatro Georg Dreymann (Sebastian Koch), a su hermosa novia la actriz Christa Maria Sieland (Martina Gedeck). La pieza que había interpretado en el piano, era la "sonata para un hombre bueno" cuya partitura le regaló su amigo el director de teatro caído en desgracia Albert Jerzka antes de suicidarse. No tenía idea de que Wiesler realmente la había escuchado a través de los micrófonos que habían plantado en la casa del escritor, y había sido conmovido profundamente por la sonata. Igual que, tal vez, lo fue por un libro de Brecht que sustrajo de la casa del escritor.
La misma capacidad de entender a la gente que le permitía ser un interrogador muy efectivo y un policía implacable, se volvió contra el sargento Wiesler, y demolió las fronteras ilusorias que formaban su idea de quién era él mismo, quién era Dreymann, y demolió también esa ficción de autoridad moral y falsos valores que le permitía hacer su infame trabajo.
La película es al mismo tiempo de una simplicidad que recuerda las buenas obras de teatro completamente libres de elementos innecesarios, y una historia de gran profundidad contada de una manera brillante.
Aparte de la gran impresión estética que me ha dado esta película de factura impecable, me ha dejado pensando mucho en varias cosas, qué, para no ponerlas en forma de odiosas moralejas, voy a poner como preguntas:
¿No es la ficción del Enemigo, de ese otro distinto que me amenaza, una impronta del fraude asesino de los regímenes autoritarios? Veo mucha relación con este tema en esa paranoia de los gringos con los asesinos en serie, con los terroristas, etcétera, y de la polarización de los colombianos entre los "paracos con motosierra" y los "guerrilleros disfrazados".
¿Hasta qué punto la voluntad colectiva puede anular la capacidad de juicio de una persona? ¿Cuán fácil es que uno termine creyendo en cosas obviamente falsas si la mentira es algo tan generalizado que se considera sentido común?
¿por qué la experiencia estética tiene esa capacidad de remover los cimientos de las creencias propias, sin necesidad de una argumentación? Para mi es cada vez mas claro que la argumentación lógica y rigurosa es casi inexistente en el terreno ideológico, y aún en el político, aunque una de esas mentiras colectivas que uno se traga, es que las discusiones políticas tienen ese carácter dialéctico. Experiencias que no podemos explicar con palabras parecen ser la base de muchas de nuestras creencias, y experiencias iguales pueden también desmantelar esa base misteriosa.
¿No es la "conversión de Wiesler en un hombre bueno" un ejemplo de superación del ego separado, un encuentro de la comunión con otros? El descubrimiento de Wiesler de que él no es lo que creía, y que la gente como Dreymann tampoco lo és, y ese descubrimiento tiene consecuencias morales muy vastas y profundas.